Antes de que finalizara el 2016, Netflix estrenó una serie que inmediatamente llamó la atención de una gran cantidad de espectadores. "The Crown", producida por el reconocido compositor Hans Zimmer, llegó a las pantallas para contar la compleja historia de Elizabeth Alexandra Mary Windsor, la actual representante de la corona británica.
La serie narra las dificultades que experimentó la joven princesa en su súbito ascenso al poder. Un drama complejo que conecta con nuestros sentimientos, pero resulta inevitable pensar en la hipocresía que significa ocuparse del dolor personal de una reina enamorada, cuando en los territorios bajo su control hubo miles de personas que sufrieron como esclavos bajo el férreo control de la monarquía inglesa.
Si hay un elemento que resalta la serie además de las cualidades de la reina como una monarca digna y eficiente para su gobierno, es cómo en la actualidad ese tipo de sistemas políticos resultan obsoletos. El papel de Elizabeth II a lo largo de los años se ha visto reducido a aportar palabras de aliento en ciertos momentos, sirviendo como una figura suprema entre su pueblo.
En una época donde la religión está separada del gobierno, este tipo de fanatismo no es más que admiración banal por una figura idealizada. Actualmente tiene 90 años y es la soberana más longeva de la historia, pero a pesar de recibir demasiado amor por los británicos, algunos aseguran que es momento de abolir la monarquía y finalizarla cuando llegue el día de su muerte.
El movimiento republicano del Reino Unido impulsará la propuesta de abolición posterior al fallecimiento de Elizabeth y previo a la coronación de su hijo Charles como sucesor. Los siguientes motivos son algunos por los que la corona debe desaparecer y darle lugar a un futuro libre de un pasado manchado de sangre:
Su Imperio ya no existe
En algún tiempo, el Imperio Británico fue el más poderoso del globo. Contaba con territorios en casi todos los continentes y rincones del mundo, pero gracias a los últimos tres predecesores de Elizabeth II, todo eso desapareció. Aunque tiene países bajo su gobierno, son sólo una sombra del pasado lleno de esclavitud, represión e invasión de territorios extranjeros.
Aún tiene el mayor poder, pero queda en manos de los ministros
Elizabeth II posee ciertos derechos que le permiten dar instrucciones ejecutivas pero jamás los ha usado, en su lugar, permite que los ministros tomen decisiones por ella y al final sólo debe aprobar los cambios. Es un proceso poco práctico y absurdo para mantenerlo en pleno siglo XXI. Si no gobierna en ninguna forma, no tiene sentido mantenerla con los pagos de los contribuyentes.
No existe una democracia real
A pesar de que la corona implementó una democracia cuando estableció un sistema de ministros, la reina tiene el poder en cada una de las decisiones si es que así lo quiere. La monarquía funciona mediante reglas de sucesión y el pueblo no puede elegir a su próximo Rey. A pesar de que en la sociedad civil recaiga la capacidad de elegir al representante de los ministros, aún viven bajo un gobierno individual.
Los contribuyentes son responsables de mantener a la monarquía
A pesar de que la monarquía tiene distintos negocios aunados a su gobierno –que les permiten acumular más riqueza de la que poseen– gran parte de los impuestos del pueblo están dirigidos hacia el mantenimiento de la monarquía, tanto a nivel estructural como humano. Gracias a ese apoyo, la aristocracia moderna puede permitirse continuar indefinidamente. A lo largo de los años han existido distintas crisis y aunque la corona podría nivelar económicamente reduciendo la cantidad de impuestos, opta por no hacerlo y mantener una imagen limpia pero falsa.
Durante gran parte de la década pasada, los encabezados tuvieron a los nietos de Elizabeth involucrándose en distintos escándalos. La prensa amarillista y de celebridades los siguen como si fueran artistas, pensadores o científicos cuando no son más que los herederos de la corona. Como consecuencia de esa nueva aristocracia, inconscientemente se motiva a la división de clases, además de que al admirar a la monarquía, de forma inmediata el pueblo reduce su valor como participante dentro de su sistema gubernamental.
Es la última gobernante digna del puesto
Podemos decir que el Reino Unido tuvo suerte con Elizabeth II. Aportó elegancia a la corona, su ímpetu femenino y manejó con astucia diferentes situaciones con sus Primeros Ministros, pero eso no asegura que su hijo Charles o sus nietos tengan su mismo temple para el gobierno y cualquiera de ellos podría arruinar a la monarquía si toma las decisiones incorrectas. La reina es un símbolo, un ícono de un tiempo pasado que ayudó a la transición a la nueva época y abolir su sistema con su partida sería lo ideal para dar el siguiente paso en el mundo moderno.
Sostener la corona sería incongruente
A lo largo de su historia, la corona inglesa fue responsable de diferentes genocidios y represiones. La reina Elizabeth II ha hecho lo posible para limpiar la imagen y regresarle a la monarquía un estatus digno, pero es imposible que el mundo olvide lo que su imperio ha hecho. Aunque ayudó al progreso del mundo, su permanencia es inviable, debe quedar en el pasado como una marca que moldeó la historia, pues en caso de seguir, existe el riesgo de que sus errores se repitan.
La monarquía británica es un recordatorio de toda la sangre derramada por aquellos que defendieron sus tierras de los ingleses. La corona fue un motivo para impulsar al punk en un tiempo en que los británicos se sintieron engañados por su gobierno. "Dios salve a la Reina", gritaba el público adorador y también lo hacía Johnny Rotten con los Sex Pistols de forma irónica. La reina tuvo una vida larga y la corona también. Si ambas desaparecen al mismo tiempo, sería poesía fantástica para el futuro del mundo y justo lo que necesitamos.
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