En un artículo publicado en Variety, Nolan escribe:
"En la primera película de Ridley Scott, “Gladiator”, Maximus nos pregunta: “¿No os entretenéis?” y nos enfrentamos a la verdad de por qué visitaríamos el Coliseo a través de una película. Scott sabe que no estamos allí para conocer la cultura romana; estamos allí para ver nuestros propios deseos oscuros a una cómoda distancia. Pero es un director demasiado experimentado como para que le pillen haciendo paralelismos con nuestra época. Deja que el mundo de “Gladiator II” hable por sí mismo, mostrándonos una vez más quiénes somos simplemente invitándonos a disfrutar del loco viaje inflacionario. ¿Por qué hay tiburones en el Coliseo? Porque los exigimos, y Scott nos los da con maestría. Mientras revela cómo se utilizan los juegos para manipular la opinión pública, no podemos evitar ver sombras de nuestro propio escenario público proyectadas sobre la arena.
Al igual que las mejores secuelas largamente esperadas, “Gladiator II” debe ser una nueva versión y una secuela a la vez, y es un testimonio de la brillantez de Scott el hecho de que logra equilibrar el patetismo individual del original con las exigencias expansionistas del tema central de la secuela, aportando toda una vida de experiencia en el control del tono. Scott sube el nivel con la puesta en escena de su acción: su increíble puesta en escena multicámara, hiperobservadora (tan diferente a la original), logra con maestría que la acción se convierta en secuencias claras y asombrosas una tras otra. El efecto no es solo entretener, sino llevarnos a tomar conciencia de los temas de la película. Pocos cineastas han trabajado de manera tan invisible en múltiples niveles. En películas como “Blade Runner” y “Thelma y Louise” y “Gladiator II”, la densidad visual del arte de Scott sirve como contraste para su claridad temática subyacente.
A pesar de todo su éxito, la contribución de Scott a la evolución de la narrativa cinematográfica nunca ha sido debidamente reconocida. Las innovaciones visuales que él y otros directores del mundo de la publicidad británica de los años 70 introdujeron en el cine fueron a menudo descartadas por superficiales, pero los críticos de la época no captaron la esencia: la suntuosa fotografía y el meticuloso diseño aportaron una nueva profundidad al lenguaje visual de las películas, una puesta en escena que podía decirnos cómo podrían ser los mundos que retrataban. Esto nunca ha quedado tan claro como en la magistral toma inicial de “Gladiator II”, donde la mano de Paul Mescal sostiene suavemente el grano cosechado del trigo que se balanceaba en la película original".
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