Odiado por muchos y amado por otros tantos, Rob Zombie se ha convertido en uno de los directores más influyentes del cine de terror actual, pues ya desde su ópera prima The house of the 1000 corpses (La casa de los mil cadáveres, 2003) dejaba ver todo el potencial que tenía para reavivar el género. Sin embargo, y aunque realizó un más que digno remake del clásico Halloween (La noche de Halloween, 1978), sus últimos trabajos han dejado insatisfechos a la mayoría de sus fans. Y aunque bien podría decirse que con su más reciente cinta “31” se ha acercado bastante a sus orígenes, no queda duda que su mejor trabajo, aquel en el que lo vimos brillar con toda su mórbida oscuridad y violencia, fue en The Devil´s Rejects (Los renegados del diablo, 2005).
Luego de los acontecimientos vistos en The house of the 1000 corpses, la policía se entera de los terribles actos cometidos por la familia Firefly, por lo que el Sheriff Wydell (William Forsythe) organiza una emboscada contra este grupo de sádicos pervertidos. Por desgracia, en el tiroteo logran huir tanto Otis (Bill Moseley) como Baby (Sheri Moon Zombie), quienes se reunirán con su padre, el Capitán Spaulding (Sid Haig), para tratar de escapar de la justicia. Ahora el sheriff deberá comenzar una sangrienta cacería contra los tres renegados; sin embargo, tanto él como sus presas vivirán un infierno en carne propia, ya que tras ellos dejarán todo un rastro de sangre, torturas, cadáveres y, por supuesto, mucho, pero mucho dolor.
Con esta cinta Rob Zombie le regala a los amantes del cine de terror una extraña pero funcional mezcla entre una road movie y un slasher, ya que más de la mitad de la sangrienta historia ocurre en la carretera; por supuesto, todo mientras los tres prófugos de la justicia se encargan de asesinar y torturar a todo aquel que se interponga en su huida.
Respecto a esto último, la secuela de The house of the 1000 corpses increíblemente resulta ser mucho más cruda que su antecesora, pues si bien el elemento gore es casi imperceptible, la forma en que se presentan todas y cada una de las situaciones donde exista al menos un mínimo de violencia terminan por ser bastante sofocantes gracias a la forma en que los antagonistas demuestran su locura y sadismo; tal y como lo es toda la parte de la cinta en la que violentan a una familia completa con cualquier tipo de maltratos físicos y psicológicos.
Sin embargo, a pesar de la vejación a la que esta familia se ve sometida resulta casi imposible odiar a sus torturadores, pues Otis, Baby y el Capitán Spaulding tienen un gran carisma por más sádicos que se muestren, tan así que por momentos uno se llega a compadecer de ellos e incluso reír de sus peleas familiares.
Ahora bien, podría decirse que en esta película todo está pervertido, pues si bien el espectador ya tiene que soportar a tres psicópatas, también existe otro personaje que llegará a convertirse en alguien más violento y trastornado que los primeros. Nos referimos al Sheriff Wydel, quien ciego de ira y sediento de venganza será capaz de cometer los actos más atroces con tal de atrapar a los integrantes de esta maniática familia.
En cuanto a la historia, Zombie simplemente se lució con este trabajo, ya que mediante una odisea de venganza y dolor, las casi dos horas de duración de la película podrían dejar insatisfecho al espectador, pero no porque lo visto sea malo, sino porque la forma en que se aborda el terror y la psicopatía están tan bien logradas, que uno simplemente desearía que el filme no llegara a su fin.
Asimismo, cabe mencionar que mediante una trepidante y última secuencia –acompañada de una gran canción de fondo-, Zombie logró crear una escena en la que la adrenalina, la sangre y la pólvora se mezclan para dar como resultado uno de los mejores y más emocionantes –pero también emotivos- finales del cine de terror contemporáneo.
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