Tal vez lo hayas escuchado: Verónica, una película de terror española que estrenó Netflix, se ha convertido en uno de los lanzamientos más destacados y aclamados del momento, lo que, entre la abrumadora oferta del servicio de streaming, ya es un verdadero logro.
Es una película de Paco Plaza, uno de los directores españoles más destacados del género de horror y que antes estuvo involucrado en la popular saga REC, lo que puede haber contribuido a su notoriedad inicial.
Además, en el caso de estas películas que suelen aparecer en Netflix sin ninguna publicidad ni anuncios previos, que no han despertado a priori una expectativa por parte del público (que en muchos casos ni siquiera la conocía), es muy importante la recepción de la crítica, que funciona más que nunca como método de difusión y como formadora de opinión; algunas de las primeras críticas no dudaron en catalogarla algo exageradamente como «la película más aterradora de Netflix», y el motor del hype se puso en marcha.
Pero la verdadera razón para la popularidad de la película reside en el aspecto más comentado de ella y su verdadero as publicitario bajo la manga: su cualidad de basada en hechos reales.
Fenómenos paranormales pero con aval oficial
La película cuenta la historia de Verónica (como puede haber imaginado cualquiera que aún no la haya visto), una adolescente de Madrid que, tras una escalofriante sesión con una tabla de ouija junto a un par de compañeras en su escuela católica, comienza a experimentar toda clase de fenómenos extraños y aterradoras presencias que sacuden su ajustada rutina y amenazan con dañar a sus pequeños hermanos.
Se trata de una película lo suficientemente aterradora pero a todas luces convencional, con todas las clásicas marcas del cine de horror sobrenatural y de posesiones demoníacas, con grandes actuaciones de un elenco de niños, y especialmente de su joven protagonista Sandra Escacena.
La clave para su éxito, entonces, parece estar en la impresión que causa la escena inicial, que sitúa la acción en una noche lluviosa de 1991 en Madrid, con una llamada a la emergencia policial y gritos aterrados que salen por la línea telefónica.
La película nos informa: la llamada ocurrió realmente y la historia está inspirada en ese caso, tomada del reporte policial que realizó el inspector a cargo.
Es decir que cuenta no sólo con el aval de la realidad, sino con el aval de las autoridades, que en un informe oficial describió todo como «una situación de misterio y rareza».
El caso real
La historia real es la de Estefanía Gutiérrez Lázaro y lo que se conoce como el Caso Vallejas, una de las ocurrencias paranormales más célebres en España, especialmente por ser la única registrada oficialmente en actas policiales.
A grandes rasgos, la historia real es la misma: la joven, de 16 años, realizó una sesión con una ouija, y tras ella su vida se vio inmersa en una serie de fenómenos violentos aparentemente inexplicables, que condujeron finalmente a su misteriosa muerte bajo circunstancias nunca esclarecidas, y al involucramiento policial con un reporte que dejó abierta la puerta para la interpretación sobrenatural.
Según la explicación paranormal, durante la sesión con la ouija el vaso se rompió y un extraño humo salió de él, que Estefanía sin querer aspiró.
A partir de entonces, la joven empezó a tener convulsiones y alucinaciones, visiones de personas que la rodeaban mientras dormía y la llamaban, aunque exámenes médicos no arrojaron evidencia alguna de una enfermedad física o psicológica.
Finalmente, después de uno de estos episodios, Estefanía fue ingresada al hospital donde falleció, en julio de 1991.
Los doctores aseguraron que su muerte fue «súbita y sospechosa», aunque eventualmente el informe médico incluyó «asfixia pulmonar» como causa probable de muerte.
Con su muerte, los fenómenos extraños no se detuvieron. En su casa, su familia continuó experimentando sucesos presuntamente paranormales e inexplicables como roturas de vasos, apertura y cierre de puertas, objetos que se movían solos, etcétera.
La película retoma a grandes rasgos todos estos aspectos que los relatos paranormales han asociado al caso, aunque alterándolos, modificándolos y dotándolos de una mitología propia, esta sí totalmente inventada (quiero decir: inventada por los cineastas, y no por aficionados a los fenómenos paranormales); una mitología un poco difusa y no muy efectiva que incluye al padre fallecido de Verónica, la ausencia de su madre y la relación con sus hermanos, una espeluznante monja ciega, su primera menstruación, y varios otros elementos no del todo justificados.
La corriente escéptica
La etiqueta de basada en hechos reales le calza a la perfección a una película sobre horror sobrenatural y eventos paranormales, tal como lo probó antes la saga hollywoodense The Conjuring.
Es un aspecto que seduce particularmente a esa porción del público que alberga sus dudas y temores sobre ocurrencias sobrenaturales, lo admita o no, pero que además le da a toda la película un aura mucho más seria, respetable y espeluznante que si se tratara de una simple fantasía surgida de la imaginación de un guionista.
Un grito de «esto no es un invento, es real».
La verdad es que sigue siendo un producto salido de la imaginación de un guionista y los hechos retratados lejos están de haber sido probados ni mucho menos reales, más allá de que sí hayan existido las personas involucradas, y muchas de ellas estuvieran convencidas de estar presenciando eventos sobrenaturales.
Fenómenos que han sido largamente explicados desde el escepticismo científico por motivos psicológicos como la sugestión, y diversas aplicaciones de teoría de la navaja de Ockham (la explicación más sencilla es la correcta).
Verónica finaliza con una placa que nos recuerda que el inspector que investigó el caso y la muerte de la joven no solamente incluyó en su reporte datos sobre lo «inexplicable» de lo que había presenciado, sino que poco después, atormentado, pidió traslado hacia otra división.
No podemos saber qué pasaba por la mente de aquel policía, ni cómo era su vida ni qué lo llevó a sugerir la explicación sobrenatural, pero su informe elevó el caso hasta esa peculiaridad de ser «el único caso paranormal incluido oficialmente en un reporte policial» en España, lo que lo convirtió en un fascinante relato para rellenar con mitología demoníaca y de posesiones, auspiciado por diversas ocurrencias inéditas o poco comunes.
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