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Las novias errantes

Publicado paralelamente en alemán y español, Notas al pie es el primer libro de historietas con guión y dibujos de Nacha Vollenweider, artista cordobesa que vive en Hamburgo y que ha conseguido narrar aquí desde una perspectiva personal y política gran parte de la historia argentina. Nacha y Chini, los dos personajes femeninos de esta aventura queer, recorren la memoria y construyen el relato de una generación que nació en democracia pero no olvida lo que pasó antes de que ellas mismas llegaran a este mundo.



El Tren de Babel

Viajar en tren es lo que a Nacha Vollenweider más le gusta de Alemania. Por eso se pasea con su novia Carina, alias Chini, de punta a punta de su historieta autobiográfica en un vagón por Hamburgo, desde donde se abren los recuerdos como andenes que no detienen la marcha sino que abren nuevos carriles. Porque Notas al pie es una historieta sobre un movimiento de la memoria que no conoce linealidad, que sabe que la mera cronología puede ser una trampa narrativa si no tenemos en cuenta que todo tiempo es un cruce de pasados, presentes y futuros, propios y ajenos, como un tren con varios vagones o de un solo vagón con ventanillas que permiten mirar en esas tres distintas direcciones temporales. Las páginas de la historieta de Vollenweider se dividen en cuadros que son como esas ventanillas, que miran con ojos enfocados en distintas vías. El viaje como la forma más clásica del relato acá es reemplazado por un tránsito múltiple y transversal, porque el equipaje es una diversidad que siempre está en la encrucijada. Hamburgo es ciudad portuaria, y por eso está activada en modo migratorio. “Gracias al puerto, viven acá personas de todas partes del mundo. Por eso me encanta andar en tren, me siento como en la Torre de Babel”, dice en la historieta Nacha, tan migrante como su memoria y como las personas que ocupan los asientos de un viaje babélico en el que hablan varios lenguajes, como la narración secuencial, visual y verbal de una historieta.

Estaciones recuperadas

Cuando Nacha nació en 1983, el año de la recuperación democrática, el tren ya no pasaba por la estación derruida de su Río Cuarto natal. En 1977, el mismo año que desapareció su tío Ignacio, militante de Montoneros, el tren dejó de pasar para siempre. A ese tío Nacha le debe su nombre y una curiosidad por lo que sucedió en la última dictadura que le provocó un vínculo profundo con la memoria. Como cuenta en Notas al pie, en la estación de trenes abandonada “hoy funciona la casa de la memoria de la agrupación HIJOS”. En su recorrido entre pasado y presente, Notas al pie es un testimonio del compromiso de las generaciones nacidas en democracia, porque Nacha recupera desde la historieta una dimensión política que diluye la frontera entre lo vivido como propio y lo recuperado como colectivo, entre la experiencia íntima y la comunitaria: en una caminata con su novia alemana por Córdoba, frente a un ex centro clandestino de detención, Nacha comenta que “en la época de la dictadura las campanas de la iglesia sonaban todo el tiempo para que la gente que pasaba por acá no escuchara los gritos de los presos.” Si lo político viene de polis como ciudad, los recorridos en tren o a pie de Nacha y Chini van revelando en cada avance conexiones ideológicas en un paseo reflexivo donde el noviazgo es siempre una apertura filosófica al diálogo espontáneo y lúcido como intervención en lo urbano. Casi toda la narración las encuentra en lugares públicos, tras los únicos cuatro cuadros que están dibujadas en una habitación acostadas juntas, deciden sacar el colchón al patio para dormir a cielo abierto. Notas al pie es de esa manera una afrenta generacional que derriba definitivamente el argumento de derecha de que la orientación sexual y la identidad de género son cuestiones que se dirimen entre cuatro paredes. Todo sexo es político.


Cazador de monstruos

El capítulo central de Notas al pie es el casamiento de Nacha y Chini en un registro civil de Hamburgo. A mitad del libro, esa secuencia nupcial del relato se nutre umbilicalmente de una imaginación queer desbordada, con dibujos que hacen nacer y visibilizan el deseo de una extraña familia que las acompaña en su boda solitaria: un elefante de traje, una gallina, una ardilla y una figura de rostro negro y orejas como antenas. Frente al miedo de Chini de que el casamiento traiga “división de roles y cosas tradicionales”, esa secuencia de un onirismo con algo de cartoon, única en su estilo en todo el libro, posee una potencia tal que dinamita cualquier sospecha de que la institucionalidad del matrimonio como forma heterosexista siquiera se asome en la relación nómade entre las jóvenes. El lenguaje visual de esa secuencia de la historieta, sin casi palabras, logra presentar ese momento de unión conyugal con la suficiente perplejidad como para desmontar tanto la formalidad como la felicidad del discreto encanto burgués asimilacionista de la sociabilización regulada del amor entre ellas. En discusiones sobre la Ley del Matrimonio Igualitario la derecha sostenía que si se autorizaba el casamiento entre personas del mismo sexo, pronto van a permitir la aberración de las uniones con animales. Una buena dosis de deseosa monstruosidad animal para espantar a la burguesía: pocas cosas pueden ser más queer.

La lucha y el relato

La claridad narrativa de Nacha es también claridad política. En un par de páginas puede resumir el inicio de la lucha de las Madres de Plaza de Mayo donde participó su abuela, o en cuatro cuadros logra contar todo el ida y vuelta legislativo en democracia en relación a la última dictadura: el rostro de un carapintada en 1986 explica las leyes del punto final y la obediencia debida; un titular de Clarín los indultos de Menem; Néstor Kirchner bajando el cuadro de Videla es la derogación de las leyes del punto final; una foto de octubre de 2014 de su familia frente al Palacio de Justicia de Córdoba en la reapertura de los juicios a genocidas. “Si el peor momento para Videla llegó con los Kirchner, el mejor momento llegó con Macri. Pienso que esas luchas están más vivas y presentes que nunca. Las marchas de la semana pasada en contra del 2x1 nefasto son una muestra indiscutible que sobre eso no hay vuelta atrás. Si de algo sirvió que los derechos humanos sean políticas de Estado fue para concientizar a las nuevas generaciones. En la marcha del 24 de este año, en mi ciudad, Río Cuarto, había sorprendentemente muchísima gente joven”, dice desde Alemania la autora. La historieta funciona literalmente como nota al pie a la Historia argentina, que bien podría usarse como un buen manual escolar, porque no solo se representan y piensan los últimos cuarenta años sino que hay un racconto que va desde la llegada de colonos al país en 1856 hasta la matanza de indios, pasando por el pensamientos de Alberdi y Sarmiento hasta la revolución agraria del peronismo. Todo en viñetas que avanzan elípticamente para contar una genealogía de los Vollenweiders, de quienes Nacha dice que hereda “una mirada rara, como perdida”. En realidad, la rareza de su visión es una capacidad para ir más allá de lo esperado, perderse en la historia para recuperar detalles y conexiones que visibilizan nuevas capas de realidad y de ficción. Incluso, en un encuentro europeo con una familiar desconocida, también encuentra una biografía especular a la suya que conjuga su mismo amor por las caminatas, el arte y las mujeres. A la historia le gustan las extrañas simetrías y las no tan extrañas repeticiones del relato. A algunas historietas también.


Recordando tu expresión

Vollenweider se licenció en pintura en Córdoba y estudió maestría en arte, con especialización en ilustración y diseño, en Hamburgo. En cada uno de sus dibujos se puede ver esa nacionalidad múltiple que tuvo como educación: hay un realismo expresionista, en su contrastado y sintético blanco y negro, pero también aparecen los grises esporádicamente que aportan un realismo fantasmal, si permiten otro oxímoron. Es que la estética de Notas al pie, es sutil o bruscamente cruzada, acercando de una manera particular lo exótico a lo cotidiano, lo foráneo a lo propio, y ese mismo cruce que tiene el trayecto ideológico de Nacha se hace línea y cuadro político. El diálogo de formas que podrían no estar de acuerdo va gestando una adecuada identidad en crisis, en la encrucijada. Cada ventanilla abre perspectivas: un tango porteño puede ser una estampa neblinosa alemana, el tapizado de los asientos de los vagones del tren de Hamburgo parece delinear un mapa de ciudades extranjeras. Si el pincel traza en cada viñeta líneas nunca rectas es porque la tinta se dispersa, haciendo del territorio dibujado una cartografía ondulantes de dimensiones porosas, derramando los contornos de cada forma, desbordando las fronteras. Sinuoso siempre el camino, el pensamiento, la identidad nacional y sexual, la política y la realidad; sinuosa también el pulso inquieto que trata de unir con líneas, puntos y manchas todo aquello sin dejarlo petrificar, manteniendo un movimiento abierto y pendular que marca un tiempo que no es el regular de los relojes, sino el de nuestra experiencia interior y exterior con el mundo. El viaje es físico y mental, sólido y brumoso, y no solo no es lineal sino que no tiene punto de llegada. La vida es como la lucha, que es cruel y es mucha ruta.

Exilio de la identidad

Mil migrantes gays, lesbianas y trans hicieron decir a la sociología que la orientación sexual se termina de definir usualmente en la huida del hogar heterosexista, del núcleo familiar oclusivo, de la patria del patriarcado, para poder conquistar la identidad de ser otro en el exilio. Tradicionalmente se es siempre homosexual en el destierro. “Visibilizar mi orientación sexual a mi familia fue medio raro porque fue a la lejanía. Les avisé desde Alemania. Ya sé, un poco cobarde de mi parte”, me confiesa por chat Nacha por fuera de su historieta, fuera también de su patria natal, desde su Hamburgo adoptivo. Se podría decir que, de esta forma, Nacha cumple sociológicamente el designio de ese éxodo para asumir la identidad, pero en realidad es difícil ver un escape en alguien que gusta de diluir fronteras entre lo propio y lo ajeno, entre lo nacional y lo extranjero, encontrando incluso raíces y huellas propias en el paisaje impropio desfigurado por la velocidad del tren. Lo que parece más correcto es ver también a esta historieta sobre una pareja binacional, una expresión de la ilusoria y real evaporación contemporánea de las distancias gracias al flujo digital, a la comunicación y al intercambio instantáneo. Pero tal vez lo más importante de esa declaración de la autora es asumir la cobardía, de la misma manera que el relato de la historieta asume los prejuicios propios en generalizaciones sobre los porteños, los yankees y los alemanes. Porque lejos de las narraciones programáticas perfiladas desde un activismo reduccionista que presenta a gays, lesbianas, bisexuales y trans como seres sin contradicciones, como modelos de una identidad que se cristaliza en un lugar reaccionario al cambio, Notas al pie asume aquello que también nos hace débiles, miedosos, cobardes, erróneos. Porque un diálogo que no comprenda lo negativo no da cuenta ni del espesor de lo real ni de esos vaivenes de lo vital que nos hacen movernos con misma sensualidad con que la huella negra del pincel va abriendo un nuevo mundo ante nuestros sentidos. 


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